EL AMOR ÁGAPE
“El amor no es ciego, eso es lo último que sería; y cuanto más consolidado esté el amor, es menos ciego”, esto lo dijo Chesterton.
Según la fe, el amor
es un fruto que se manifiesta en nuestro espíritu y que perfecciona el Espíritu
Santo.
Para reflexionar sobre este punto traigo unos textos de la
encíclica del papa Benedicto XVI “Deus
Caritas Est” es decir “Dios es amor”, porque él nos dice que la palabra “amor”
suele ser la palabra más utilizada y también la más abusada. Y esto es cierto,
porque en nuestra cultura solemos decir con mucha facilidad que amamos a
objetos o a relaciones sin vínculos afectivos verdaderos.
Luego, está el hecho de que en la historia, nos dice el
papa, los antiguos griegos definían al amor de tres formas y con estos términos:
1.
El amor EROS:
que es el amor entre el hombre y la mujer, es el amor sexuado, el amor de
esposos.
2.
El amor PHILIA:
o filial que era el que existe en los lazos de familia y amigos.
3.
El amor ÁGAPE:
este último pero no menos importante, es el
amor trascendente, sobrenatural, que es donación, sacrificio, perdón,
aceptación y fidelidad total. Este es el amor de Dios.
Esta última definición del amor ágape, era dejada de lado por
los griegos, ya que para ellos las dos primeras definiciones eran las más relevantes
en especial el amor EROS.
Pero es el amor ágape el que va a ser para los cristianos la novedad, porque
de forma muy significativa se ajustaba a la descripción de la acción
sobrenatural de Dios y a sus características de misericordia excesiva así como
también por lo frontal y a la valentía que hacían cristianos mártires que
morían para que algo viviera.
Este amor ágape, por su misma naturaleza, es el que
tiende a completar y purificar a las otras formas de amor, que de por si
resultarían incompletas e insuficientes.
Ahora bien, tampoco el hombre puede vivir del amor que es
puro sacrificio, no puede dar únicamente
y siempre, también debe recibir.
Quien “quiere” amar _porque el amar también es un ejercicio
de la voluntad, es una decisión_ debe a su vez recibir el amor como don.
Porque dice la escritura que el hombre puede convertirse en
fuente de la que manan ríos de agua viva. Esto significa, que para llegar a ser
una fuente así, hay que ir siempre a la primera y originaria fuente que es
Jesucristo, de quien emana el amor “ágape” de Dios que lo completa y purifica
todo.
Esforcémonos pues, para que crezca en nosotros este amor
ágape con todas sus fuerzas que le son propias.
Expo-Carisma, Pentecostés, 08 junio de 2019.
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